ARTICLE AD BOX

La ciencia reconoció que el chisme cumple funciones sociales esenciales y puede beneficiar a las comunidades humanas, pues puede impulsar comportamientos más cooperativos dentro de un grupo, según una investigación publicada en 2024 en la revista científica Pnas, donde se indica que el chisme podrían tener beneficios para la salud.
Este hallazgo forma parte del resultado de una simulación computacional liderada por Michele Gelfand de la Universidad de Stanford junto a expertos de la Universidad de Maryland, en el que se desafía la percepción tradicional del chisme como una simple fuente de conflictos o entretenimiento.
Ahora puede seguirnos en Facebook y en nuestro WhatsApp Channel
Durante el estudio, los investigadores crearon agentes virtuales que debían decidir si compartían o no información sobre otros. El modelo mostró que los individuos que chismeaban obtenían una ventaja evolutiva, ya que no solo difundían datos útiles sobre la reputación, sino que promovían actitudes menos egoístas. Cuando uno de ellos observaba que otro obtenía buenos resultados al compartir chismes, tendía a imitar esa conducta, lo que reforzaba la cooperación grupal.

Ante esta situación, Xinyue Pan, integrante del equipo de la Universidad de Maryland, explicó que tanto el chisme positivo como el negativo resultan fundamentales para compartir información sobre la reputación de las personas. Según lo explicado por el experto, “El chisme positivo y el negativo son importantes porque juegan un rol esencial al compartir información sobre la reputación de las personas. Una vez que la gente tiene esa información, las personas dispuestas a ayudar pueden encontrar a otras con quienes colaborar, y eso resulta beneficioso para el grupo”.
A su vez, la profesora Michele Gelfand subrayó que esta es una característica presente en todas las culturas y épocas: “El chisme es una característica ubicua de la comunicación humana. Todo el mundo parece hacerlo, sin importar dónde o cuándo viva”, afirmó. Además, indicó que existen registros de esta práctica desde civilizaciones antiguas como Mesopotamia y Grecia, y su importancia se remonta incluso a sociedades de cazadores - recolectores.
El interés científico por el chisme llevó al antropólogo británico Robin Dunbar a proponer una teoría que vincula el comportamiento social de los primates con el hábito humano de compartir información sobre otros. Así, sugirió que el “acicalado social” observado en los primates, una práctica de limpieza entre miembros del grupo, tiene su equivalente en el chisme humano.
Ambos mecanismos fortalecen vínculos, establecen jerarquías y ayudan a resolver conflictos internos. En el caso de los humanos, según lo explicado por el experto, hablar sobre otros ha servido históricamente para identificar a qué personas merecen su confianza, hecho que ha sido clave tanto para la supervivencia y la evolución social como para las relaciones humanas en determinado espacio.

Los científicos insisten en que no todos los chismes resultan perjudiciales, puesto que consideran que si la información compartida es verídica y se utiliza para alertar o proteger a miembros de una comunidad, puede tener un efecto constructivo. Por el contrario, los rumores maliciosos o falsos pueden dañar reputaciones y generar desconfianza, así que es necesario tener en cuenta el equilibrio y evitar difundir rumores sin fundamento que puedan llegar a afectar la percepción sobre una persona.
En la actualidad, la circulación acelerada de información en un mundo conectado a través de las redes sociales y diferentes plataformas hace que comprender el impacto del chisme en la vida cotidiana sea cada vez más relevante. Los expertos consideran que este fenómeno debe seguir siendo investigado, debido a que sus implicaciones sociales, psicológicas y evolutivas aún no se han explorado completamente y podría tener mayor cantidad de beneficios de lo que se cree.