Caricaturas, tinta y odio: así se libró una guerra sin balas que marcó la prensa y la política en el Perú de fines del siglo XIX

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En la última década del siglo XIX, mientras el país intentaba reponerse de la devastación dejada por la guerra con Chile, otro conflicto más silencioso, pero igual de feroz, se desarrollaba en los márgenes de la prensa. La caricatura, nacida del humor y la exageración, se convirtió en una herramienta política afilada, capaz de alterar la percepción de la ciudadanía y marcar el rumbo de una guerra civil que enfrentó a caceristas y pierolistas. No hubo sangre en las rotativas, pero sí un combate visual que alimentó el odio, azuzó la violencia y dejó cicatrices profundas en la historia del periodismo peruano.

“La guerra civil entre 1892 y 1896 fue la más sangrienta del siglo XIX”, señala Kristhian Ayala, autor del libro La patria en disputa para Infobae Perú. Su investigación se concentra en los periódicos satíricos que circularon durante ese periodo de fractura nacional. Lejos de ser simples recursos de entretenimiento, las caricaturas de publicaciones como El Leguito Frai José, Ño Bracamonte y La Caricatura sirvieron como instrumentos de propaganda, ridiculización y adoctrinamiento. El país no solo se dividía en el campo de batalla o en el Congreso, también lo hacía en las páginas impresas.

Para Ayala, el poder simbólico de estos dibujos se encuentra en la manera como transformaron a los líderes políticos en objetos de burla o monstruos grotescos. “La caricatura no quería hacer reflexionar, no quería decir ‘unámonos’. Era combate, combate”, afirma el docente de la Universidad Católica Sedes Sapientiae. En esas líneas de tinta se representaba a la patria como una mujer violentada, crucificada o sometida, mientras los caudillos luchaban por apropiarse de su imagen como si fuera una bandera de propiedad.

Desde las representaciones religiosas hasta la zoomorfización de los personajes políticos, la caricatura decimonónica no dejó espacio para el matiz. Fue brutal, directa y efectiva. Su influencia no solo se reflejó en la opinión pública, sino también en la forma como los propios actores del conflicto reaccionaban: atacando las imprentas, persiguiendo a los editores y buscando silenciar al bando contrario.

El escenario tras la guerra del Pacífico

(Difusión)

Con el país aun sin rumbo claro tras el conflicto con Chile, la repentina muerte de Remigio Morales Bermúdez en 1894 abrió un vacío de poder que fue rápidamente disputado por Andrés Avelino Cáceres y Nicolás de Piérola. Las elecciones manipuladas por los caceristas fueron desconocidas por los seguidores de Piérola, y el enfrentamiento se trasladó rápidamente a las calles. Lima, aún sin reponerse de la ocupación extranjera, se convirtió nuevamente en campo de guerra.

“La disputa entre los seguidores de Piérola y Cáceres se trasladó a las caricaturas de diarios de la época”, explica Ayala. Las publicaciones satíricas no tardaron en asumir posiciones partidarias. Las imágenes no buscaban neutralidad ni equilibrio. Eran vehículos de enfrentamiento ideológico. La sátira tomaba cuerpo en figuras femeninas, animales carroñeros, escenas bíblicas y escenas maternales distorsionadas.

Una de las ilustraciones más simbólicas del conflicto fue publicada el 7 de diciembre de 1892 en La Caricatura. En ella, se observa a Piérola y Cáceres forcejeando por una figura femenina que lleva una banda que dice “Presidencia”. La patria, convertida en trofeo, queda atrapada entre ambos. “Yo no aflojo, yo tampoco”, se lee en la imagen, en referencia a la obstinación de ambos líderes. La escena no busca el humor como alivio, sino como arma.

Otro ejemplo citado por Ayala es la caricatura Casa de lactancia, publicada el 11 de octubre de 1892. “Se expone a los padres de la patria como niños colocados en cunas, andadores y sillas de comer, y a la madre patria como una mujer en una actitud maternal que los amamanta”, describe. Esta escena no pretende suavizar el mensaje. Denuncia el oportunismo de los políticos, presentándolos como incapaces de sostenerse sin la leche del poder.

Tinta, religión y violencia

Revistas como El Leguito Frai José, Ño Bracamonte y La Caricatura publicaron imágenes con simbolismo religioso, violencia explícita y zoomorfizaciones. (La patria en disputa)

Uno de los recursos más recurrentes de la época fue el uso de referencias religiosas. El 18 de marzo de 1893, La Caricatura publicó una imagen titulada La Cruzifición, donde la patria aparece crucificada mientras Cáceres y el alcalde de Lima la atraviesan con lanzas. “Para hablar de violencia no hay mejor referencia que la Biblia”, sostiene Ayala. En esa caricatura se refuerza la idea de una nación martirizada, víctima de la ambición de sus propios hijos.

Otra caricatura destacada por el investigador es David y Goliath, publicada el 20 de abril de 1893 en El Leguito Frai José. La escena representa a Piérola como David, con una banda que dice “Democracia”, enfrentando a Cáceres, caracterizado como Goliat. “A Piérola se le ve arrancándole la cabeza a Cáceres, con la sangre chorreando. Es una imagen desgarradora”, describe. Para Ayala, esa representación expone la crueldad con la que la caricatura intervenía en el debate político.

Revistas como El Leguito Frai José, Ño Bracamonte y La Caricatura publicaron imágenes con simbolismo religioso, violencia explícita y zoomorfizaciones. (La patria en disputa)

La sátira de la época también se valía de la zoomorfización para caracterizar a los protagonistas de la guerra civil. Se les representaba como ratas, serpientes, perros y buitres. Animales asociados al pecado, la suciedad o la carroña. “Era una cultura burlesca, totalmente cáustica, incisiva”, comenta Ayala. Una de las más significativas es El abrazo fraternal, donde el ministro Valcárcel aparece como una serpiente que envuelve a otro personaje político. La imagen denuncia traiciones internas y tensiones entre facciones dentro del mismo partido.

Entre las caricaturas analizadas en La patria en disputa, una destaca por su tono más reflexivo. Publicada en 1893, muestra a Remigio Morales Bermúdez frente a dos caminos: uno lleno de muerte y caos; otro que representa el progreso. En esa escena, la patria le muestra ambos escenarios, mientras en el fondo aparece un amanecer. “Ahí se ven los pilares del Perú: el ferrocarril, la industria, la ganadería, la música y la danza nacional. Se vislumbra lo que sería más adelante nuestra identidad como país”, sostiene Ayala.

 uno lleno de muerte y caos; otro que representa el progreso. (La patria en disputa)

La imagen, aunque atípica dentro del conjunto, revela otra función de la caricatura: la de señalar caminos posibles. Aunque sin neutralidad, ni voluntad conciliadora, esta ilustración logra abrir una pausa en medio de la virulencia del discurso gráfico.

Guerra, imprentas y censura

Figuras como Cáceres y Piérola eran retratadas como monstruos, ratas, o niños inútiles. La patria aparecía crucificada, violada o convertida en trofeo. (La patria en disputa)

La intensidad de estas caricaturas no solo generó polémica. También provocó actos de violencia directa. El autor del libro recuerda que las hordas de ambos bandos atacaban las imprentas que reproducían caricaturas desfavorables a su causa. “Le quemaban la imprenta al italiano, que no tenía nada que ver. Era su trabajo, pero igual iban y lo destruían todo”, relata. En ese contexto, editar y distribuir un diario significaba tomar partido. La caricatura era entonces un riesgo.

“No existía la propiedad de los medios como hoy. Las editoriales llevaban sus textos a imprentas que eran ajenas, muchas veces extranjeras”, señala el autor. Por eso, los ataques eran contra los talleres y no necesariamente contra los periodistas. La violencia, sin embargo, no distinguía entre responsables.

Viralidad del siglo XIX

Su libro La patria en disputa (2021) reúne caricaturas y análisis para reflexionar sobre el rol de los medios en contextos de crisis. (La patria en disputa)

Para Ayala, existe un paralelo evidente entre la caricatura decimonónica y los memes actuales. “Tener un diario ya era tener poder. Y el caricaturista de la época era como un tiktoker de hoy: generaba opinión pública en las esquinas, en los puestos de periódico”, indica. La imagen, acompañada de una letrilla sarcástica, cumplía una función similar a la viralización digital contemporánea. “Era una gran herramienta multimedia, aunque en blanco y negro”, dice.

Ese rol de agitación y burla, de intervención política a través del humor visual, ha evolucionado, pero no se ha extinguido. “Caretas sigue con sus montajes, Tito Silva hace canciones, y las redes están llenas de versiones audiovisuales de lo mismo”, comenta. Según Ayala, se trata de una misma tradición que adopta nuevas formas, pero conserva su intención original: “ridiculizar, entretener, provocar”.

La investigación de Ayala, que empezó como una tesis de maestría, fue publicada por el Fondo Editorial de la Universidad Católica Sedes Sapientiae en 2021, como parte de su aporte al Bicentenario. “No teníamos cómo imprimir en pandemia, así que decidimos distribuirlo digitalmente y de forma gratuita”, cuenta. El objetivo era hacer accesible este fragmento de la historia, sin restricciones. “Queríamos que cualquier peruano pudiera descargar el libro”, afirma.

Hoy, La patria en disputa no solo reúne caricaturas y análisis, también plantea una reflexión sobre el rol de los medios en los procesos de crisis política. “Los medios de comunicación son los grandes responsables de exacerbar, calmar o informar”, sostiene Ayala. Y aunque políticos buenos o malos seguirán existiendo, lo que no puede perderse es el compromiso con la verdad y con la generación de opinión pública bien informada.

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