Alfredo Casero regresó al teatro luego de su cirugía: “Siempre fui el diferente, el loco y defendí lo mío con garra”

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Alfredo Casero regresa al teatro con su clásico y desquiciado universo de Cha Cha Cha. Lo hace después de una intervención quirúrgica compleja, con una prótesis que —según él— fue hecha “en Villa Turdera, provincia de Buenos Aires, calle Gargantúa 067” (se ríe de su ocurrencia), y que le devolvió la movilidad. “Fue más complejo el dolor que tuve antes que la operación misma”, admite.

Durante meses, Alfredo Casero soportó un dolor cada vez más agudo en la cadera mientras continuaba haciendo funciones. “Me aguanté dos meses, casi tres meses, haciendo el show con el dolor de la rodilla y tomando calmantes sin parar”, recuerda. En ese tiempo, la molestia era tan intensa que necesitaba analgésicos constantemente. “El calmante... te hace mal al estómago”, le cuenta a Teleshow.

Alfredo Casero en Infobae (Candela Teicheira)

Lejos de dramatizar, Casero narra su paso por la clínica San Camilo con un tono casi poético y surrealista: “Sentía como que era un herido de la Primera Guerra. Venían a charlar las mujeres. Yo decía: ‘Oh, faltaba Florence Nightingale’”, en alusión a la legendaria enfermera británica. Su paso por el sanatorio le permitió no solo recuperarse, sino lograr nuevas amistades: “Me hice amigo de las monjas”.

Casero luego de ser dado de alta (RS Fotos)

El respeto por los tiempos médicos, dice que fue absoluto: “Todo lo que me dicen los doctores lo hago. Incluso un poco más”. Y aunque muchos podrían imaginarlo como un paciente rebelde, Casero se define de otra forma: “Yo tengo muy buena comunicación con mi cuerpo. Por eso soy tan resiliente. Me pasan cosas y salgo”.

Lo más llamativo de su relato es el origen inesperado de su problema de cadera. “Siempre tuve problemas un poco en esta cadera porque cuando era chico andaba en skate. Me pegaba unos palos de madre”, cuenta. “Las ruedas eran duras, los ‘trucks’ demasiado anchos, y por cómo me subía a la tabla golpeaba siempre la misma cadera. Nunca le di bola”.

La nueva gira de “Cha Cha Cha”

Impulsado por el amor de su público y su fuerza interior, además de las funciones de jueves, viernes y sábados en el Teatro Metropolitan (Corrientes 1343, Capital Federal), el actor prepara una gira nacional e internacional: “La gente me quiere tocar. Es algo que ya no es digital, es viviente. Por eso vamos al teatro. Para eso existe el humor”.

Allí, promete llevar el espíritu irreverente de Cha Cha Cha a todos los rincones posibles. Después de pasar por Rosario, Córdoba, Mendoza, San Juan, San Isidro y Bahía Blanca, Casero cruzará el océano con destino a España. “Vamos a hacer Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga y Mallorca. Y después también Granada y otros lugares más”, detalla, con entusiasmo de quien vuelve a jugar en escenarios grandes.

“Estamos haciendo todo esto con el productor Giuliano Bacchi, nos asociamos en este proyecto”, cuenta a Teleshow, y resalta la calidad profesional del equipo que lo acompaña: “Es una alegría saber que pibes de treinta y pico, hijos de otros que conocí, manejan todo con un profesionalismo que no me imaginaba. Porque se lo enseñaron desde chicos”.

Alfredo Casero emprende una gira teatral nacional e internacional

Sobre su espectáculo expresa que: “La gente no quiere simplemente un show digital; desea conectar en vivo”, no es simplemente una rutina cómica: para Casero, es una forma de vida. “Yo espero el día de la función como quien espera una misión.”

Su vida en el campo

Lejos del bullicio porteño, Alfredo Casero eligió vivir en Capilla del Señor, donde los tiempos corren de otra forma y la vida cotidiana se rige por el silencio del campo, los ladridos de los perros y la mecánica artesanal. “Vivo en Capilla... porque tengo unas vacas y tengo los perros, y no los puedo tener en Buenos Aires”, cuenta con simpleza. “Necesito vivir en el campo. Ahora trabajo ahí, hago mecánica, necesito tener mi espacio para poder trabajar”.

El entorno rural no es una postal romántica, sino un estilo de vida profundamente funcional para él. “No es ni porque me fui a la quinta ni porque me hice el hippie. Es mi casa. Y cuando me voy a San Luis, es campo también. Tenés que ir, calzarte las botas”, dice, bajando cualquier intento de idealización.

Luego de su internación, Alfredo Casero habló con Teleshow (Candela Teicheira)

Casero encuentra placer en lo esencial. En su relato, el campo no aparece como un retiro, sino como un lugar que le permite crear, desconectarse y también reencontrarse con lo tangible. “Yo no tomo alcohol. Llego a casa, no hago un carajo. Nada me altera. Porque es tan lindo el momento en que terminás una función y sabés que te ganaste tu plata para comer”, reflexiona.

Y entonces recuerda una enseñanza clave, heredada de su madre: “Mi mamá me enseñó que los fines de semana hay que trabajar tanto, tan fuerte y te tienen que aplaudir tanto que con esa plata tenés que vivir toda la semana.”

Mundo Casero

En el universo de Alfredo Casero, cocinar no es solo una necesidad diaria: es un acto de precisión, amor propio y, sobre todo, de arte. “Yo si cocino, cocino para mí. Y soy bastante preciosista”, dice, aclarando que no habla de estética sino de esencia: “Preciosista no habla de lo precioso, sino de lo elemental”.

Hace poco, por ejemplo, revivió una receta que no preparaba hacía años. “Ayer hice un tuco de carne que hacía mil años que no hacía. Una reducción como de tres horas con la carne”, cuenta con entusiasmo. El resultado lo llevó a una decisión técnica: “¿Entonces con qué lo puedo acompañar? ¿Ravioles? Pero no les daba el pinet a los ravioles, ¿entendés? Entonces hice la elementalidad, una polenta’”.

“El humor no lo puede hacer la inteligencia artificial” expresa el actor

La polenta, bien hecha, resultó ser el vehículo perfecto para ese tuco trabajado con paciencia. “Una polenta bien hecha, con queso, con la salsa y el estofado”, resume con orgullo. El nivel de compromiso con la comida va más allá del sabor: se trata de una experiencia completa, desde la selección del corte hasta el momento de servirlo.

Casero no se ve en el rol de restaurantero, aunque lo seduce el placer de dar de comer bien. “Me gusta cocinar y hacer cosas ricas y bellas, pero no tengo la vocación del restaurante. Hay gente que tiene esa vocación. Yo no”, afirma. Aunque admite que si cocina para alguien, quiere que se sienta tocado. “Yo te voy a dar para que comas rico, para que no te olvides, para que te quedes con ganas y vuelvas”.

Alfredo Casero y Fabio Alberti compartiendo escenario

El humor, el teatro y la decadencia de la televisión

Para Alfredo Casero, el humor no es un recurso, sino una forma de ver el mundo. Y su relación con el teatro es tan vital como visceral. “El humor no lo puede hacer la inteligencia artificial”, afirma. “Porque es una cosa que tiene que ver con lo físico y lo temporal. Es complejo: tengo que entrar a tus terminales nerviosas, por los oídos, por los ojos, tengo que entrar a tu cerebro hasta un lugar en donde no se sabe por qué hay una disociación de realidades y termina habiendo una convulsión en vos”.

No es joda, eh. Pasan un montón de cosas químicas y físicas que hacen que esté comprometido el que hace reír con el que ríe. Tiene que haber confianza, cariño, miedo. El humor no es cualquier cosa”, explica con precisión casi científica.

Esa “convulsión” es la risa, ese fenómeno incontrolable y profundamente humano que Casero provoca con cada aparición. Pero no todos los espacios permiten esa conexión. Para él, el teatro sigue siendo uno de los pocos lugares auténticos donde el humor puede desplegarse con libertad. “Una de las necesidades que tiene la gente es ver lo único que no puede hacer una máquina: mostrar al humano que uno elige”, sentencia.

Esa defensa del vivo lo lleva, inevitablemente, a cuestionar el presente de la televisión argentina. “La televisión se terminó cuando se terminaron los programas de humor”, dispara sin anestesia. “Ahora hay tipos que hacen una pelotudez, como decir: ‘A usted le gusta mucho Boca, yo soy de Racing’. Eso no es humor. Eso es una porquería”, se sincera Casero.

“En la televisión no existen más los actores. No existe más nada. Pasan tres películas y siempre las mismas.”, lamenta. Pero su análisis no es meramente político ni ideológico: es artístico. “Guillermo Francella fue cancelado por algo que hizo hace mil años. No hay idea de temporalidad, no se entiende que eso forma parte del acervo cultural, No se puede borrar de un momento a otro”, explica a Teleshow.

“La televisión murió desde adentro, desde afuera, desde todos lados,” sentencia. Para él, no hay vuelta atrás: “Decime un programa de ficción. ¿Uno de entretenimiento? Hay dos. El de Guido Kaczka y el de Darío Barassi. Y nada más.”

Su crítica va más allá de lo nostálgico. Habla de una estructura cultural que, según él, se fue vaciando de sentido.

“En mi caso, siempre tuve una especie de cancelación. Por loco, por diferente, por envidia. Porque había otro que te quería hacer daño, porque no le gustaba lo que hacías”, sostiene.

Alfredo Casero personificando a Batman en el ciclo Cha Cha Cha

Pero no todos sus recuerdos son amargos. Rescata con afecto el espacio que le dio Adrián Suar, con quien trabajó años después de haber sido marginado por su estilo incómodo y diferente. “Suar vino a mi vida muchos años después de que yo ya era Casero. Se lo agradezco siempre. Pude mostrar otras cosas. Sino, no tenía trabajo”.

Su indignación no está teñida de nostalgia, sino de una convicción profunda de que el humor verdadero necesita riesgo, contexto, entrega. “Cualquier cosa trágica pasada de rosca se convierte en cómica”, cita, atribuyendo la frase a Antonio Gasalla.

Para Casero, el humor está anclado en la observación, en la mentira bien contada, en la capacidad de descolocar. “Siempre se basó en la mentira. El tipo que miente, pero que vos lo ves y decís: ‘Mirá cómo te miente’. Esa es la esencia” confiesa el actor a Teleshow.

El teatro, entonces, se convierte en el último bastión. “Yo soy feliz dándole más a la gente. No le doy lo justo y necesario. Yo te doy para que comas rico, para que no te olvides y vuelvas”. Y como siempre, con una metáfora que mezcla el estómago con el corazón, resume su filosofía escénica.

Alfredo Casero visitó Infobae y anticipó que realizará una gira teatral en España (Candela Teicheira)

Los actores, la admiración

“A mí me importa más que haya artistas, más que actores”, asegura. Y sin dudarlo, elige a su referente: “Alejandro Urdapilleta fue uno de los más grandes. Estaba sobredimensionado para la Argentina. Era demasiado para nosotros”.

Otros nombres también aparecen, aunque en otro registro. “Rodrigo De la Serna me parece muy bueno”, menciona. Pero es claro al marcar la diferencia entre imitación y creación. “Hay muchos que tratan de imitar la energía de Urdapilleta, pero no les sale porque en realidad era único”, recuerda con admiración.

Esa singularidad, para Casero, tiene una raíz clara: la autenticidad. Y también, la valentía. “Si vos no tenés la valentía ni la inteligencia para verte desde afuera, dedicate a vender seguros”, lanza. “Tenés la obligación de tener de vos una idea bien clara para poder expresar. Si querés panqueques, tenés que batir”.

Alfredo Casero recibe su propio Martín Fierro como actor protagónico de unitario o miniserie por su labor en

El mayor miedo para un artista, dice, no es el rechazo ni el olvido, sino algo más íntimo. “Es despertarse a la mediocridad. Es uno de los miedos más grandes que tengo y que creo que tiene cualquier artista”, confiesa. “Vos en el fondo sabés si sos mediocre. Y eso duele”.

La única forma de evitarlo, entonces, es trabajar. Y trabajar de verdad. “Si vos realmente lo querés, vas a tener una idea, vas a golpear puertas.”

Alfredo Casero hace muchos años que eligió vivir lejos de la ciudad

Herencia artística y trabajo en familia

Aunque se reconoce como un artista singular, Alfredo Casero no trabaja solo. El arte, en su vida, es un asunto familiar. Su hija Minerva, por ejemplo, sigue sus pasos con una determinación que lo emociona profundamente. “Mi hija Minerva va a hacer sus propios videos. No quiere hacer nada más que eso. Canta, es muy buena, y dice: ‘Voy a hacer mis propios videos. No me importa nada. Esta semana voy a trabajar en preproducción’,” relata, con una mezcla de orgullo y ternura.

Lo que más lo conmueve no es el talento en sí, sino la independencia con la que lo ejerce. “Yo veo que ella mete la mano en el bolsillo. Ella paga las cosas. Ella contrata a la gente. Y todo lo demás. Me da un amor, porque ese soy yo. Yo pagué todo,” dice, reconociéndose en ella.

Alfredo Casero junto a Campi y Damián de Santo, quienes forman parte de la película

Esa lógica de autogestión, de riesgo y entrega, es parte de una enseñanza que atraviesa generaciones. “Cuando hacemos teatro, arriesgo yo. Cuando voy a hacer algo y no funciona, arriesgo yo. Me ha tocado perder, y me ha tocado ganar mucho también,” afirma.

Otra serie grupal de Pol-ka,  donde participó Alfredo Casero junto a Mercedes Morán, Diego Peretti, Gabriela Toscano, Fernán Mirás, Soledad Villamil y Susú Pecoraro. Se emitió en el 2001 en El Trece

Esa entrega total lo define. “Yo me arriesgo. Si hago teatro y no funciona, pierdo yo. Si funciona, también gano yo. Pero siempre arriesgo,” afirma. En el fondo, su visión es clara: el arte verdadero no puede construirse sin una dosis de riesgo personal.

“Te repito: siempre fui el diferente, el loco, el que no encajaba. Hubo gente que quiso hacerme daño, no porque hiciera algo malo, sino porque ellos no lo podían hacer,” revela. Y sin embargo, esa resistencia lo fortaleció. “No solo me supe defender. Defendí lo mío con tanta garra que hace treinta años que la gente lo sigue viendo.”

Más que fama o reconocimiento, lo que le importa es la permanencia de su obra, su legado. “Hay gente que vos la ves y te das cuenta que su vida es una obra de arte. Y también hay otros cuya obra es miserable, porque ellos son miserables,” reflexiona. Para él, no hay obra sin alma.

Y por eso insiste en que no cualquiera puede ni debe enseñar. “Yo no le enseño a nadie si no le tengo cariño. Pero si te tengo cariño, te doy todo. Te doy la vida.”

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